Jardín de Infantes Waldorf

Hermosa Canción del Sol

(Suaty-Pcuaoa)

Bogotá - Colombia

ESCOLARIDAD EN RECESO

(REQUERIMOS DE SU URGENTE PARTICIPACIÓN)

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Escuela de Padres  

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Escuela de padres 

La Campana  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Se considera que, para el desarrollo, más importante que la maduración es la socialización, entendiéndose con ella el hecho de que los niños se desenvuelven en un “campo socialmente diferenciado” que los influye y moldea de múltiple manera. En la socialización, actúan en interdependencia una pluralidad de factores que no se hallan sujetos a patrones individuales, sino a patrones comunitarios por lo que determinan asimismo los correspondientes patrones en la conducta de niños y jóvenes. Tales patrones se encuentran en las posiciones y funciones que el niño encuentra en el campo social, particularmente en las personas que algo significan para él (significant others); en las normas y valores que regulan la interacción social, en las prácticas de la crianza de niños, esto es, en los individuales modos y estilos de conducta relacionados con la estructura social, las funciones y las normas”. Stefan Leber, Boletín de Metodología para los presentes y futuros maestros Waldorf, No. 55, Marzo de 1976, México D.F..

Es realmente el hogar o el espacio que éste circunscribe, el determinante de los procesos de sanación social, puesto que es generalmente aquí donde pasa el niño sus tres primeros años, tiempo en el cual lo que se impronte es prácticamente indeleble. Sigue luego siendo el punto de referencia para toda la etapa de desarrollo físico, considerada ésta hasta los 21 años.

Los roles en el hogar están en absoluta y total crisis. Tenemos una confusión enorme respecto a la preservación y proyección de las imágenes paterna y materna. Hogares sin padre, madres jefe de hogar, padres y/o madres ausentes por múltiples razones o motivos, padres y/o madres débiles o rígidas y autoritarias. Todas éstas y muchas otras patologías de la familia y el hogar han distorsionado y confundido al niño de tal manera que el modelo que él busca y necesita de un padre y una madre, termina, bien o mal, proveyéndoselo o construyéndolo fuera del hogar y la familia.

No estamos preparando a nuestros adolescentes y jóvenes  para la vida en familia, para el hogar. La sociedad de consumo, el tecnicismo, la industrialización, los diferentes medios de comunicación y entretenimiento nos han desviado de los horizontes vitales en los que se debe recrear una sociedad, alrededor de una familia que suple sus necesidades básicas en integración permanente de una identidad cultural y espiritual, garantía de reproducir valores éticos y morales.

“Los anunciantes colombianos representados en la Anda han expresado públicamente su desacuerdo total con la explotación del sexo, la violencia, la corrupción, el consumo de drogas o la brutalidad como medios de obtener sintonía. La Anda no entiende ni está de acuerdo en que se someta a la frágil estructura de nuestra sociedad al choque brutal del ejemplo de conductas desprovistas de principios éticos y morales y del presupuesto esencial del respeto a la vida y a la dignidad de las personas” Omar Rincón, “La tele irresponsable”, revista Goce, pp 10, domingo 17 de junio del 2001.

Ahora el fin justifica los medios. La mujer, ante la debilidad y mengua productiva del hombre, se ve obligada a saltar al campo laboral. Algunas veces sin necesidad, en franca lid por competencia genérica. Los vínculos no se respetan. Los hijos casi se han convertido en un accidente y por no decir menos, en un obstáculo. La convivencia está dada más por la aleatoriedad y mediatez que por un principio o necesidad de reproducir valores éticos, culturales y morales. El niño a muy temprana edad está imitando las patológicas conductas y actitudes ansiosas y estresantes por una manejo inadecuado del tiempo y las responsabilidades, con grandes espacios de soledad o manejo de tiempo creativo al terminar su jornada escolar, en el que, los adultos pretendiendo suplir atención y cuidado, dejan vía libre a una dieta y pasatiempos que prolongan y aumentan ésta ansiedad y estrés, cultivando, soportando y padeciendo estos padres las conductas agresivas y diversas manifestaciones enfermizas físicas, mentales y emocionales de los hijos.

“Los niños colombianos ya hacen parte de ésa población gruesa que se podría denominar la generación C o del colesterol, cuyos representantes son fáciles de identificar. Crecen más a lo ancho que a lo largo. Tienen protuberantes barrigas, no se toman la sopa con juicio, pero en cambio devoran hamburguesas, refrescos azucarados y paquetes de galguerías. Hacen poco ejercicio porque pasan mucho tiempo frente al televisor y a los juegos de computador. “Comen al mismo tiempo que realizan esas actividades sin tener conciencia de lo que ingieren, y para ellos el castigo es más bien salir al parque que quedarse en la habitación”, señala la nutricionista Adriana Amaya”.

“Los hijos de la generación C son hijos de padres que no tienen tiempo para nada, mucho menos para cocinar platos caseros y que se ven obligados a llenar los estómagos de sus muchachos con comidas rápidas. Para el pediatra Gonzalo Franco, el fenómeno es una imitación de lo que viene ocurriendo en Estados Unidos desde la década de los 70. En estudios realizados en ese país, entre 1977 y 1987, se encontró que “el consumo de vegetales en los niños había bajado, en cambio subió el de grasas de 30 a 73 por ciento; el colesterol aumentó en un 54 por ciento y disminuyó la ingesta de fibra”. Elizabeth Hernández, “Generación Colesterol”, revista “Sentidos, salud y educación”, pp 8, periódico “El Espectador”, lunes 18 de junio del 2001.

En éste zafarrancho, ni los padres tienen claro que rol jugar ni los hijos a quien imitar. El padre, antaño rígido y  autoritario, se ha convertido en accesible y elástico, pero débil y etéreo. La madre, antaño cercana, diligente y hacendosa, se ha convertido en productiva y autoritaria pero distante y complaciente.

“Además, la figura sólida de un papá símbolo de fortaleza y sabiduría para su prole ha ido desapareciendo porque el adulto dejó de ser el modelo ideal para las nuevas generaciones. En el pasado, cuando los menores no tenían ninguna prerrogativa y los mayores eran todopoderosos, los hijos soñaban con ser adultos para poder gozar de sus privilegios”.

“Pero en la actualidad, la figura central de la sociedad es el adolescente porque la juventud se convirtió en un valor supremo al que todos aspiran. Así, ahora lo máximo es ser siempre joven y por lo tanto los adultos están adoptando las formas juveniles de actuar propias de quienes no han alcanzado aún la mayoría de edad”.

“Lo grave es que esto ocurre en un momento histórico en que los niños están más solos que nunca: ambos padres trabajan, muchos están separados, hay pocos hermanos, los parientes viven lejos y ya no se entretienen con amigos sino con aparatos. Por eso hoy es vital una mayor presencia afectiva del padre. No obstante, mientras la cultura actual les propone ídolos frágiles y turbios, quienes tendrían que ofrecerles una sólida imagen varonil se están asemejando a los adolescentes, dejándolos sin adultos significativos que les sirvan de ideal masculino”.

“En la crisis y caos que vive el mundo actual los hijos necesitan más que nunca de padres que luzcan y actúen como adultos maduros y estructurados. Ellos son los libros en que sus hijos aprenden lo que significa ser hombre, esposo y papá”.

“Les urgen figuras paternas que asuman su compromiso como formadores de sus hijos y no que procuren ser sus mejores amigos, que no necesiten ser infieles o seducir mujeres jóvenes para ratificar su masculinidad; que desafíen los mitos machistas y se atrevan a expresar su dolor con lágrimas y su amor con profunda ternura”.

“En esta forma, servirán como testimonio de virilidad por su grandeza, rectitud y fortaleza porque su vida estará guiada por el amor y regida por convicciones inquebrantables. Serán así un modelo digno de la admiración de sus hijos que los llevará a soñar con ‘ser como mi papá’”.

Fragmento del artículo “Quiero ser como mi papá”, por Angela Marulanda, Educadora Familiar, Periódico “El Tiempo”, sección educación, domingo 17 de junio del 2001

Se debe reconocer por los miembros de la familia que son las condiciones de su dinámica las que han producido el desmoronamiento social que padecemos. Sin éste reconocimiento difícilmente aceptaremos una postura diferente y veremos con desdén las propuestas de la escuela hacia la revitalización del hogar y por ende de nuestra sociedad.

El esfuerzo de los miembros del hogar es grande en cuanto implica un determinado marginamiento de lo que prevalece como normal en lo social establecido, conformando nuevos grupos de trabajo y convivencia, indudablemente afines al objetivo propuesto. Sin éste compromiso no será posible ni ahora ni nunca un cambio profundo en las estructuras sociales del mañana.

Las Escuelas de Padres, propondrán entonces, en virtud de las condiciones de sus miembros, sus métodos de trabajo e integración con los maestros de los colegios donde estén sus hijos, tendientes a apropiar los conocimientos teóricos y prácticos, de tal forma que al menos una vez a la semana se reúnan para trabajar y apoyar en la formación de sus hijos, con la claridad del compromiso hacia un nuevo modelo de rol paterno y materno. A éstas escuelas también se deben integrar todas aquellas personas que participen directamente en la educación y acompañamiento de los niños, jóvenes y adolescentes, como las niñeras, auxiliares del hogar, abuelos, y demás personas que participan directa e indirectamente en la formación de los muchachos.

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