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Jardín
de Infantes Waldorf Hermosa
Canción del Sol (Suaty-Pcuaoa) Bogotá - Colombia |
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Una forma de curar a los medicamentos
antroposóficos Dr. Giancarlo Buccheri Miembro del Consejo de Administración de Weleda AG. Antiguo presidente de IVAA En
virtud de mis treinta años de experiencia en el ejercicio de la
Medicina antroposófica,
me gustaría mostrar y sugerir un camino interior dividido en
ocho pasos. Cada uno de los pasos corresponde a la formación de
una cualidad del alma. Seguramente el conjunto de todos los
pasos contribuirá a que los medicamentos antroposóficos
se afiancen
con su valor terapéutico en el futuro próximo. 1 1.
Gratitud.
La primera cualidad anímica que estamos llamados a cultivar
para poder conseguir el calor necesario es, sencillamente, 2.
Amor por las sustancias curativas. Una gratitud bien sentida abre los ojos del alma, que por
fin puede abrirse al mundo exterior con
la amplitud de miras necesaria. Sólo entonces puede el médico
atreverse a “examinar a través de la Naturaleza”, para
repetir la expresión de Paracelso que utilizó Rudolf Steiner.
En la búsqueda de los espíritus curativos, no sólo puede
surgir un creciente interés por las plantas curativas, los
minerales y el rico y colorido mundo de metales y animales que
contienen los medicamentos, sino un auténtico amor por ellos. A
menudo se empieza por amar los ejemplos conocidos de sustancias
curativas que contienen los medicamentos concebidos por nuestros
pioneros y posteriormente, dependiendo de la situación de
cada cual, podemos encontrar otros objetos en los que
profundizar y meditar. La conciencia de las correspondencias
existentes entre el microcosmos y el macrocosmos, es decir,
entre las formas y los procesos del organismo humano y las
formas y los procesos en la Naturaleza que nos circunda sólo
perderá ese carácter abstracto que suele tener cuando
empezamos a estudiar Antroposofía si realizamos este tipo de
trabajo interior. El amor por las sustancias curativas es una
condición imprescindible para cuidar de los medicamentos que
contienen dichas sustancias. 3.
Interés por los procesos de producción. Para obtener un medicamento a partir de una sustancia
natural, un medicamento apto para el hombre actual y para sus
miembros constitutivos, se necesitan determinados procesos
farmacéuticos. Estos nuevos procesos de fabricación farmacéutica
– pese a que no todos figuren recogidos en una farmacopea oficial – ya se han afirmado a lo largo de los ochenta años de ejercicio de la
Medicina antroposófica.
Pensemos, sólo por citar dos ejemplos conocidos, en el espejo
metálico de Weleda o en los procesos rítmicos de Wala. Estamos
obligados a observar dichos procesos de fabricación con un
interés cálido y constante, para que puedan afinarse aún más y logren ser reconocidos. 4.
Valentía personal para conocer.
Creo que la primera responsabilidad del médico reside en su
esfuerzo por desarrollar en su interior suficiente
valentía para conocer y para luchar contra la poderosa ilusión
de 5.
Observar al paciente con amor.
La segunda responsabilidad del médico consiste, desde mi punto
de vista, en resistir la tentación de tratar a grupos de
pacientes de la misma manera. Nosotros, los médicos en
ejercicio, sabemos perfectamente que no siempre resulta fácil
luchar en nuestros sentimientos contra la ilusión de la
uniformidad, que a veces no estamos en condiciones de
desarrollar suficiente interés por la variedad de contenidos espirituales
presentes en nuestro prójimo y por tanto podemos caer en el
error de tratarlos a todos por igual. ¿Qué consecuencia se
derivaría para nuestros medicamentos del hecho de utilizarlos
sin tener en cuenta las diferencias individuales de cada
paciente? Para decirlo con palabras sencillas: con el paso del
tiempo perderían fuerza terapéutica. 6.
Pensar con seguridad.
La tercera responsabilidad del médico consiste, a mi juicio, en
mantenerse firme frente a otro fantasma muy seductor: la ilusión de la
monoterapia, la búsqueda de una panacea luciferiana, que como
una pócima mágica, logre curar la enfermedad sin la
participación activa del paciente. En la historia de la
Medicina occidental y de la Homeopatía abundan los ejemplos de
ello: para esta enfermedad o para este enfermo hay solamente un
medicamento. El fantasma de la monoterapia se combate no dudando
del concepto terapéutico, sintiéndose seguro cuando se toman
las decisiones. 7.
Buscar la libertad interior.
La otra cualidad que el terapeuta o médico tiene que cultivar
está relacionada con la historia del pensamiento europeo y con
el papel que desempeña la Filosofía griega en ella. Hace más
de 2500 años el filósofo Platón plantea por primera vez en su diálogo
“La República” la idea del Estado ético, una idea que
arraigaría firmemente en Europa hasta nuestros días. El Estado ético
significa que la comunidad debe estar
gobernada por los filósofos,
es decir, por grupos de personas sabias, que deben velar por el
bienestar de sus conciudadanos en virtud de principios éticos.
Esta idea ha estado presente siempre en Europa, en mayor o menor
medida, tanto en la época de las monarquías medievales como en
la época de las repúblicas modernas. Actualmente nos
encontramos en una situación política en la que, desde 1989 y
tras la caída el comunismo soviético, la idea del Estado ético
resulta obsoleta. La ideología marxista que subyacía a las
dictaduras comunistas ha sido la última en aspirar a la
construcción de un Estado ético. Pero en el mundo médico esta
idea sigue teniendo un lugar fijo: no se
trata solamente de los que detentan el poder político, sino de
autoridades científicas, la denominada “scientific community“, que es la que ha ocupado el lugar de los
sabios gobernantes de la República platónica. Y estas
autoridades científicas aspiran todavía a velar por el bienestar médico de la
población, es decir, a decidir qué medicamentos pueden o no
estar en el mercado. Llevo veinte años luchando para conseguir
garantías jurídicas a los medicamentos antroposóficos en
todo el mundo y a lo largo de estos años he comprobado en
muchas ocasiones todo esto. Pero actualmente el ideal de un
Estado ético ya no es un ideal, sino una ilusión, ya que detrás
de la máscara de la sabiduría o de la ciencia objetiva se
esconden, en realidad, ansia de poder y a veces, también ambición
económica y corrupción. Tan sólo podemos combatir esta ilusión
intentando alcanzar con sinceridad la libertad en el propio
pensamiento. Tan sólo las personas que son libres interiormente
poseen la fuerza necesaria para arrancar la máscara de falsa
sabiduría a los actuales mandatarios.
8.
Sentimiento de comunidad basado en la confianza
(el camino de Saturno).
Con ello llegamos a la octava cualidad que, a mi juicio, resulta
necesaria para cuidar de nuestros medicamentos. Si bien es
cierto que el camino interior esbozado hasta aquí ha de ser
recorrido individualmente por cada uno de nosotros, también es
cierto que resultaría estéril si no se relacionara con un
profundo sentimiento de pertenencia a una comunidad. Para ello
se necesita una auténtica colaboración, en la cual cada uno
– médico, farmacéutico, terapeuta y paciente – tiene su
lugar y realiza el trabajo que puede. La condición previa para
que esto sea posible es el reconocimiento del papel del prójimo,
tal como nos lo expuso Rudolf Steiner en el año 1924 en el
ciclo “Initiatenbewusstsein”. En la tradición antroposófica
se ha acuñado el término “camino de Saturno” para el
camino espiritual allí descrito, que contempla la colaboración
con los demás. Si consiguiéramos tener claro nuestro destino
actual, concreto y mutuo, sacaríamos fuerzas para cuidar aún
mejor de nuestros amados medicamentos antroposóficos. Y es que todo cuidado precisa de una atmósfera de confianza y ésta no surge por sí sola: sino que nace de la
ambición común, se alcanza trabajando el destino común en
sentido cristiano. Esto es lo que podemos y queremos hacer.
1. Versión resumida de la conferencia pronunciada durante
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