Jardín de Infantes Waldorf

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Una forma de curar a los medicamentos  

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Una forma de curar a los medicamentos antroposóficos

 

Dr. Giancarlo Buccheri

Miembro del Consejo de Administración de

Weleda AG. Antiguo presidente de IVAA

giancarlo.buccheri@tin.it

 

En virtud de mis treinta años de experiencia en el ejercicio de la Medicina antroposófica, me gustaría mostrar y sugerir un camino interior dividido en ocho pasos. Cada uno de los pasos corresponde a la formación de una cualidad del alma. Seguramente el conjunto de todos los pasos contribuirá a que los medicamentos antroposóficos se afiancen con su valor terapéutico en el futuro próximo. 1

 

1.  Gratitud. La primera cualidad anímica que estamos llamados a cultivar para poder conseguir el calor necesario es, sencillamente, la gratitud. Gratitud para con los pioneros de la Medicina antroposófica, Rudolf Steiner e Ita Wegman en primer lugar, y para con todos los colegas médicos y farmacéuticos que concibieron los primeros medicamentos. A veces incluso en condiciones muy primitivas. Sin la disponibilidad incondicional de estas personas hoy no estaríamos aquí, sin su capacidad de intuición e inspiración, no habría medicamentos antroposóficos. En la historia de la Medicina y de la Farmacia se suele mirar con cierto aire de superioridad hacia el pasado de la profesión, profesando un positivismo inconfesado que nos hace pensar: “Hoy nos va mucho mejor que antes”. Sin embargo, ésa no es la mejor manera de agradecer todas las recetas y formas de tratamiento que hemos heredado. Es más, muchas veces, aunque no lo confesemos, tendemos a criticar a nuestros predecesores. Sin embargo, el pensamiento antroposófico nos dice que todo lo que tenemos alrededor, todo lo que tenemos en la mano, no es más que el fruto de un sacricio anterior. La crítica, aunque sea velada, genera frío, impide el avance personal, mientras que con el agradecimiento podemos tirar de ese hilo caliente que necesitamos para tejer el abrigo de calor con el que arropar a nuestros medicamentos como se merecen.

 

2.  Amor por las sustancias curativas. Una gratitud bien sentida abre los ojos del alma, que por fin puede abrirse al mundo exterior con la amplitud de miras necesaria. Sólo entonces puede el médico atreverse a “examinar a través de la Naturaleza”, para repetir la expresión de Paracelso que utilizó Rudolf Steiner. En la búsqueda de los espíritus curativos, no sólo puede surgir un creciente interés por las plantas curativas, los minerales y el rico y colorido mundo de metales y animales que contienen los medicamentos, sino un auténtico amor por ellos. A menudo se empieza por amar los ejemplos conocidos de sustancias curativas que contienen los medicamentos concebidos por nuestros pioneros y posteriormente, dependiendo de la situación de cada cual, podemos encontrar otros objetos en los que profundizar y meditar. La conciencia de las correspondencias existentes entre el microcosmos y el macrocosmos, es decir, entre las formas y los procesos del organismo humano y las formas y los procesos en la Naturaleza que nos circunda sólo perderá ese carácter abstracto que suele tener cuando empezamos a estudiar Antroposofía si realizamos este tipo de trabajo interior. El amor por las sustancias curativas es una condición imprescindible para cuidar de los medicamentos que contienen dichas sustancias.

 

3.  Interés por los procesos de producción. Para obtener un medicamento a partir de una sustancia natural, un medicamento apto para el hombre actual y para sus miembros constitutivos, se necesitan determinados procesos farmacéuticos. Estos nuevos procesos de fabricación farmacéutica – pese a que no todos figuren recogidos en una farmacopea oficial – ya se han afirmado a lo largo de los ochenta años de ejercicio de la Medicina antroposófica. Pensemos, sólo por citar dos ejemplos conocidos, en el espejo metálico de Weleda o en los procesos rítmicos de Wala. Estamos obligados a observar dichos procesos de fabricación con un interés cálido y constante, para que puedan afinarse aún más y logren ser reconocidos.

 

4.  Valentía personal para conocer. Creo que la primera responsabilidad del médico reside en su esfuerzo por desarrollar en su interior suficiente valentía para conocer y para luchar contra la poderosa ilusión de la estadística. La Medicina basada en la evidencia que domina actualmente y que tan cautivadora resulta a veces por el hecho de fundamentarse en datos estadísticos, está dando lugar no sólo a una enorme debilitación de las fuerzas voluntad del médico, lo cual acaba por limitarle interiormente e incluso puede llegar a esclavizarle – esto merecería un tema aparte – sino también a algo que afecta al medicamento. ¿Qué sucede cuando los medicamentos no se recetan como resultado de un acto médico original y creativo, sino en aplicación de un protocolo terapéutico ya preparado? Si los medicamentos se alejan de la fuerza de conocimiento individual del médico, pueden empezar a desarrollar vida propia, al igual que otros medicamentos conocidos de la Medicina clásica. Este fenómeno conduce a la formación una nueva espiritualidad elemental, lo cual, a su vez, hace que a lo largo del tiempo resulte más difícil que los miembros constitutivos acepten dicho medicamento y su capacidad curativa.

 

5.  Observar al paciente con amor. La segunda responsabilidad del médico consiste, desde mi punto de vista, en resistir la tentación de tratar a grupos de pacientes de la misma manera. Nosotros, los médicos en ejercicio, sabemos perfectamente que no siempre resulta fácil luchar en nuestros sentimientos contra la ilusión de la uniformidad, que a veces no estamos en condiciones de desarrollar suciente interés por la variedad de contenidos espirituales presentes en nuestro prójimo y por tanto podemos caer en el error de tratarlos a todos por igual. ¿Qué consecuencia se derivaría para nuestros medicamentos del hecho de utilizarlos sin tener en cuenta las diferencias individuales de cada paciente? Para decirlo con palabras sencillas: con el paso del tiempo perderían fuerza terapéutica.

 

6.  Pensar con seguridad.  La tercera responsabilidad del médico consiste, a mi juicio, en mantenerse firme frente a otro fantasma muy seductor: la ilusión de la monoterapia, la búsqueda de una panacea luciferiana, que como una pócima mágica, logre curar la enfermedad sin la participación activa del paciente. En la historia de la Medicina occidental y de la Homeopatía abundan los ejemplos de ello: para esta enfermedad o para este enfermo hay solamente un medicamento. El fantasma de la monoterapia se combate no dudando del concepto terapéutico, sintiéndose seguro cuando se toman las decisiones.

 

7.  Buscar la libertad interior.  La otra cualidad que el terapeuta o médico tiene que cultivar está relacionada con la historia del pensamiento europeo y con el papel que desempeña la Filosofía griega en ella. Hace más de 2500 años el filósofo Platón plantea por primera vez en su diálogo “La República” la idea del Estado ético, una idea que arraigaría firmemente en Europa hasta nuestros días. El Estado ético significa que la comunidad debe estar gobernada por los filósofos, es decir, por grupos de personas sabias, que deben velar por el bienestar de sus conciudadanos en virtud de principios éticos. Esta idea ha estado presente siempre en Europa, en mayor o menor medida, tanto en la época de las monarquías medievales como en la época de las repúblicas modernas. Actualmente nos encontramos en una situación política en la que, desde 1989 y tras la caída el comunismo soviético, la idea del Estado ético resulta obsoleta. La ideología marxista que subyacía a las dictaduras comunistas ha sido la última en aspirar a la construcción de un Estado ético. Pero en el mundo médico esta idea sigue teniendo un lugar fijo: no se trata solamente de los que detentan el poder político, sino de autoridades científicas, la denominada “scientific community“, que es la que ha ocupado el lugar de los sabios gobernantes de la República platónica. Y estas autoridades científicas aspiran todavía a velar por el bienestar médico de la población, es decir, a decidir qué medicamentos pueden o no estar en el mercado. Llevo veinte años luchando para conseguir garantías jurídicas a los medicamentos antroposóficos en todo el mundo y a lo largo de estos años he comprobado en muchas ocasiones todo esto. Pero actualmente el ideal de un Estado ético ya no es un ideal, sino una ilusión, ya que detrás de la máscara de la sabiduría o de la ciencia objetiva se esconden, en realidad, ansia de poder y a veces, también ambición económica y corrupción. Tan sólo podemos combatir esta ilusión intentando alcanzar con sinceridad la libertad en el propio pensamiento. Tan sólo las personas que son libres interiormente poseen la fuerza necesaria para arrancar la máscara de falsa sabiduría a los actuales mandatarios.

 

8.  Sentimiento de comunidad basado en la confianza (el camino de Saturno). Con ello llegamos a la octava cualidad que, a mi juicio, resulta necesaria para cuidar de nuestros medicamentos. Si bien es cierto que el camino interior esbozado hasta aquí ha de ser recorrido individualmente por cada uno de nosotros, también es cierto que resultaría estéril si no se relacionara con un profundo sentimiento de pertenencia a una comunidad. Para ello se necesita una auténtica colaboración, en la cual cada uno – médico, farmacéutico, terapeuta y paciente – tiene su lugar y realiza el trabajo que puede. La condición previa para que esto sea posible es el reconocimiento del papel del prójimo, tal como nos lo expuso Rudolf Steiner en el año 1924 en el ciclo “Initiatenbewusstsein”. En la tradición antroposófica se ha acuñado el término “camino de Saturno” para el camino espiritual allí descrito, que contempla la colaboración con los demás. Si consiguiéramos tener claro nuestro destino actual, concreto y mutuo, sacaríamos fuerzas para cuidar aún mejor de nuestros amados medicamentos antroposócos. Y es que todo cuidado precisa de una atmósfera de confianza y ésta no surge por sí sola: sino que nace de la ambición común, se alcanza trabajando el destino común en sentido cristiano. Esto es lo que podemos y queremos hacer.


 

1.  Versión resumida de la conferencia pronunciada durante la Conferencia Anual de 2007. Para descargar el texto completo, entrar en: www.medsektion-goetheanum.ch o solicitarlo al autor.

 

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